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Tiempos de Gloria: Oscar Gálvez y la lluvia del triunfo en Palermo

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El Alfa Romeo de Oscar Galvez

En un día lluvioso de febrero hace 75 años, el Autódromo más emblemático de la Ciudad de Buenos Aires, que hoy lleva el nombre de Oscar y Juan Gálvez, presenció uno de los momentos más cruciales en la historia de Argentina. 

Oscar Gálvez, un piloto oriundo de Parque Patricios y descendiente de inmigrantes españoles, se convirtió en un héroe nacional al demostrar su destreza frente a los pilotos europeos en la prueba de Fórmula 1 en su propio territorio.

Este sábado, 10 de febrero, en conmemoración del aniversario de la carrera, se exhibirán la recordada Alfetta, propiedad del Museo del Automóvil de Buenos Aires, el Volpi – Chevrolet que utilizó Juan Manuel Fangio, y el Simca Gordini con el que el francés Jean-Pierre Wimille falleció durante las prácticas el 28 de enero de 1949, al perder el control e impactar contra un árbol. Será una ocasión especial para recordar y celebrar la pasión y el legado del automovilismo argentino.

La historia del dia

Corría el año 1949, y la Ciudad de Buenos Aires se preparaba para una hazaña automovilística que quedaría marcada en los corazones de todos los argentinos. El escenario era el circuito improvisado en los bosques de Palermo, antecesor del actual Autódromo de Buenos Aires, que hoy lleva el nombre de los hermanos Gálvez. La competencia, conocida como el “III Gran Premio Eva Duarte de Perón”, se enfrentó a una lluvia persistente que desafiaba a los valientes pilotos de la época.

En aquellos años, con dos elecciones presidenciales ganadas por Juan Domingo Perón, el gobierno apoyaba a los pilotos más destacados del país. Los hermanos Gálvez, Juan Manuel Fangio, José Froilán González, formaban un cuarteto imbatible en el automovilismo argentino, acumulando 19 títulos en total, 14 de Turismo Carretera y 5 de Fórmula 1. La carrera de 1949 se presentaba como una oportunidad única para demostrar que Argentina tenía el talento necesario para competir a nivel internacional.

El Gran Premio comenzó con Luigi Villoresi en la pole position, pero pronto se convirtió en un duelo épico entre los mejores pilotos de la época. 

Gálvez, al volante de su Alfa Romeo 308, demostró una habilidad y determinación inquebrantables bajo la lluvia, superando a sus competidores uno por uno. Cuando Alberto Ascari, uno de sus principales rivales, tuvo que abandonar por problemas mecánicos, Gálvez aseguró su posición y cruzó la línea de meta en primer lugar, seguido de cerca por Juan Manuel Fangio.

El Alfa Romeo 308 que condujo Gálvez ese día es ahora una pieza única en el mundo, conservada en el Museo de Balcarce. Fabricado en 1938 con un motor de 3.800 cm³, es un testimonio tangible de la hazaña lograda por la leyenda del automovilismo. Pintado originalmente con los colores de la Argentina, azul y amarillo, fue restaurado a su color original, el rojo, símbolo de los coches italianos de la época.

La victoria de Oscar Gálvez en 1949 fue más que un triunfo deportivo; fue un momento de afirmación nacional que demostró al mundo el talento argentino en el automovilismo. Esta hazaña abrió el camino para futuras generaciones de pilotos argentinos, consolidando la posición de Argentina en el motor internacional.

Actualidad

Hoy en día, el circuito de Palermo, aunque ya no se utiliza para carreras automovilísticas, sigue siendo un lugar de peregrinación para los amantes del automovilismo. 

El “Paseo Juan Manuel Fangio” permite a los visitantes recorrer el trazado original de la carrera de 1949, conectando el presente con aquel momento histórico.

La victoria de Oscar Gálvez en el Gran Premio Eva Duarte de Perón no fue solo un triunfo personal, sino un hito que cambió la historia del automovilismo argentino. A 75 años de ese día lluvioso de febrero, su legado sigue vivo, inspirando a nuevas generaciones de pilotos y aficionados. Gálvez demostró que, con talento, pasión y determinación, es posible alcanzar la gloria, incluso cuando las condiciones parecen adversas. 

Su historia es un recordatorio de que los sueños se pueden hacer realidad, y su legado es una lluvia de gloria que sigue nutriendo el espíritu del automovilismo argentino.

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