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¿El sistema de salud solo importa cuando se necesita?

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No hace falta tener un poco de memoria para acordarse esos aplausos a las 21 horas todos los días, que encima no duraron más de un mes cuando vieron que la cosa era para largo.

Lamentablemente todos se acuerdan de la salud cuando esta falta, -la pandemia nos mostró a todos cuán vulnerables somos, la salud nos puede faltar de un momento a otro.

Es que realmente, siempre es y será así, pero no tenemos o no queremos tener conciencia de esta precariedad, de esta incertidumbre, aunque todos sepamos que somos vulnerables, nos cuesta reconocerlo, y más nos cuesta reconocerlo cuando alguien te promete que ante cualquier problema, ellos te lo resolverán por una módica cuota mensual.

La medicina prepaga y las obras sociales cumplen este rol y lo hacen desde hace décadas.

Pero con el tiempo percibimos que no siempre se puede cumplir con este esquema. ¿Por qué?, -para que estos sistemas funcionen requieren mantener estructuras piramidales, es decir que ingrese un número creciente de personas jóvenes y sanas para mantener a los viejos y enfermos.

En condiciones normales, este crecimiento vegetativo es suficiente pero no siempre el aumento de la población se acompaña de progreso económico. Hoy encontramos que, por pauperización de la sociedad –que no puede ingresar a dichos sistemas– o por disminución del crecimiento vegetativo (envejecimiento de la población), dicha pirámide se convierte en un cubo, con tantas personas enfermas arriba como tantas personas sanas abajo.

En tales condiciones, el sistema (sea de salud o jubilatorio o financiero) difícilmente se pueda mantener, la credibilidad en el sistema empeora cuando lo prometido hace 20, 30 o 40 años no se adecua a los adelantos científicos.

Hoy hay tratamientos y métodos diagnósticos que no se imaginaban años atrás…y Sin embargo prometieron que lo cubrirían…

. ¿Cómo compensar el creciente déficit inducido por la falta de crecimiento de la base piramidal y aumento de la complejidad médica? Pues el sistema privado ha creado distintos medios para paliar este difícil, especialmente a través del financiero que les permite a estas instituciones “trabajar” el dinero, reteniendo pagos que deberían cubrir los gatos de sus prestadores.

En otras palabras, “bicicleteando” los pagos, valiéndose de su posición dominante, convirtiendo a los prestadores en los verdaderos financiadores del sistema de salud. Las prepagas son postpagas …

La otra forma es pagando valores inferiores a los costos de aquellos que trabajan para estos sistemas argumentando un supuesto “precio de mercado”, -este precio es falaz ya que las partes del sistema no siempre tienen la información ni los medios para aplicar la famosa “ley de oferta y demanda” que no se cumple como decía Adam Smith, si las partes no están en igualdad de condiciones.

Para hacer la diferencia más dramática, estas instituciones recurren a la fijación unilateral de valores y la imposición de contratos draconianos, condicionando con impedimentos burocráticos la calidad prestacional médica

Esto conduce a un claro deterioro de la praxis médica y la relación entre el profesional y el paciente.

El sistema, de por sí viciado, se agrava por conductas desleales y hasta reñidas con la ética. La ley de ejercicio profesional en Argentina (17132) se basa en un axioma:” el que vende no prescribe y el que prescribe no vende.”

Es así como un médico no puede ser dueño de una farmacia ni un oftalmólogo de una óptica, sin embargo, una prepaga puede ser dueña de un hospital

El sistema se presta a que los médicos empleados cumplan normas que apuntan al excesivo ahorro de costos en beneficio del grupo gerencial cuya única motivación es el lucro.

¿Quién controla que estas organizaciones impidan la realización de prácticas o estudios que podrán beneficiar a los pacientes?

La falacia piramidal, la falta de adecuación a nuevas prácticas, el abuso de posición dominante creando contratos basura y la competencia desleal generando referentes de alternativa que no respetan los costos básicos de atención son solo algunos de los problemas que están asolando nuestro sistema de salud acá y en muchas partes del mundo, aunque en Argentina la alta inflación erosiona los “postpagos” de las supuestas “prepagas”.

Hay, además, un exceso de trámites burocráticos que hace que tanto los profesionales de la salud como para los afiliados se ven envueltos en una maraña casi kafkiana de papeles.

En definitiva, la medicina de obras sociales nace ante las falencias del sistema nacional de salud y el de las prepagas ante las falencias de las obras sociales y hoy ,en el año 2022 , presenciamos el colapso generalizado del sistema de salud, no solo por la pandemia, sino por la falla intrínseca del sistema como, por ejemplo, la falta del suficiente respaldo económico de varias prepagas que se largan al mercado con “planes basura” prometiendo objeticos que no saben si podrán (o querrán) ejercer en el futuro, porque pueden no crecer en forma necesaria para la subsistencia, cosa que el afiliado puede demorar años en descubrir. ¿Quién controla que estos nuevos jugadores del sistema tengan las reservas técnicas adecuadas para cumplir lo que promocionan?

La estructuración piramidal (o en su defecto la cúbica), la aparición de nuevas patologías o nuevos tratamientos apuntan a qué sea necesaria otra modalidad de atención.

Mientras las obras sociales tienen una compensación estatal periódica sin su correspondiente rendimiento de cuentas (por una ineficiencia dada la multiplicación de personal administrativo), las prepagas buscan “apalancarse en la letra chica”, es decir, no cubrir prácticas necesarias o lo hacen en forma insuficiente pero cubren prácticas innecesarias –estéticas–.

También recurren a la bicicleta financiera que favorece la postergación de pagos a los prestadores, lesionando las finanzas de los ejecutores; recurren a prácticas desleales imponiendo prestadores digitado aviesamente por los gerenciadores para bajar en forma artificial y perversa el verdadero costo profesional y no siempre tienen el respaldo para soportar el costo de una población decreciente y pauperizada, transfiriendo las promesas que ellos no pueden cumplir a los prestadores que no siempre tienen la forma de defenderse.

Cuando una parte de la competencia abusa de aquella que está en inferioridad de condiciones, es que las autoridades deben actuar. La SSS el año pasado instó a que las prepagas trasladen el costo inflacionario a sus prestadores –cosa que desde hace años no hacía– llevando a una baja de los valores del 170% en 10 años.

Si los aumentos en salud no siguen la espiral inflacionaria o los aumentos de las paritarias, poca vida le queda a los prestadores y menos aún a la excelencia profesional, -de seguir así, el sistema de salud privada en Argentina, en un momento orgullo de calidad en el mundo, tenderá a colapsar.

Esto requiere de una pronta intervención de las autoridades porque la inflación actúa de forma irrefrenable carcomiendo nuestras instituciones, de allí que desde esta página instamos a que la SSS tome las medidas del caso para evitar este sigiloso pero verdadero derrumbe.

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