El Pro gano y Mauricio ya es Presidente
5 minutos de lecturaSi bien la capacidad de conducción es importante, el éxito o fracaso de una aventura política depende, entre otros factores, de la eficacia de los cuadros partidarios el famoso equipo o núcleo dirigente.
Y el triunfo electoral de Cambiemos en el ballotage de este domingo no fue una excepción, si se puede hablar de un hombre clave en la larga carrera de Macri hacia la Casa Rosada, ese es el secretario de Gobierno porteño, Marcos Peña.
Caracterizado por propios y extraños como el cerebro del PRO o el otro yo de Mauricio, es el dirigente en el que el presidente electo deposita su mayor confianza a la hora de delinear las estrategias.
Peña tiene 38 años, es licenciado en Ciencia Política por la Universidad Di Tella e ingresó al PRO en el 2002 a raíz de su cercanía con Gabriela Michetti.
Tras su paso como titular de la Comisión de Educación de la Legislatura porteña, desde 2007 tuvo un ascenso meteórico al interior del PRO que tuvo como correlato una mayor cercanía con Macri.
Este año, las opiniones y decisiones de Peña afectaron sensiblemente al mapa macrista, primero, se opuso al ofrecimiento de Macri para que compita por la jefatura de Gobierno porteño, pulseada que finalmente ganó Horacio Rodríguez Larreta.
Segundo, fue uno de los principales detractores junto al consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba de que Sergio Massa y Macri compitan juntos en las PASO, una jugada riesgosa por la cual fue cuestionado y que terminó siendo exitosa.
Tercero, al igual que en las campañas pasadas, articuló toda la comunicación política electoral y fue el artífice de la estrategia agresiva con la que Macri enfrentó a Daniel Scioli en el debate presidencial del 15 de noviembre.
Otro alfil clave en la comunicación fue Durán Barba, conoció a Macri en 2004 y desde entonces le dio al PRO lo que es hoy su identidad estética, a fuerza de encuestas, focus groups, y marketing político.
Padre del cotillón, los globos y la política como fiesta, el asesor pasó a formar parte de la mesa chica gracias a ese saber técnico comunicacional y político.
Lo novedoso del ecuatoriano no fue, como definiría Beatriz Sarlo, la consagración de un estilo de happening político, sino la puesta en marcha de una comunicación permanente para sus detractores, manipulatoria, deshonesta) que trasladó a todo el ámbito de la gestión en la Ciudad de Buenos Aires.
Ahora bien, el consultor ecuatoriano no se limitó a diseñar un marca, también se impuso entre los escépticos que descreían de María Eugenia Vidal, quien terminó ganando las elecciones bonaerenses sobre su rival y jefe de Gabinete, Aníbal Fernández.
Aunque su triunfo se debe en parte a la mala imagen de Fernández y a los escasos esfuerzos del kirchnerismo que veía a los comicios como un trámite, Vidal tuvo el mérito de arrebatarle al peronismo su bastión histórico.
En aquella batalla por los votos también tuvo preponderancia el intendente de Vicente López, Jorge Macri, la punta de lanza del PRO en el armado de la estructura territorial provincial.
Entre los cuadros claves del “buró” político del PRO aparece Horacio Rodríguez Larreta, el gestor real del gobierno porteño del 2007 a esta parte.
Lejos de contar con una personalidad atractiva, Larreta se destacó como cuadro tecnocrático al frente de la jefatura de Gabinete porteña.
Fue justamente ese rol que desplegó en la gestión pública cotidiana lo que hizo que fuera bendecido como el sucesor natural de Macri y que el electorado porteño lo escogiera por sobre Gabriela Michetti en las PASO de este año.
La opción por Larreta contó con el apoyo de Nicolás Caputo, uno de los miembros que más escucha Macri de su mesa chica. “Nicky”, como lo llaman algunos en el macrismo, mantiene una amistad estrecha con el ingeniero que se remonta desde la infancia, en la época que eran compañeros del colegio Cardenal Newman.
Pese a que tiene una enorme incidencia en las estrategias del partido amarillo, Caputo sigue manteniendo un perfil bajo y opera desde las sombras.
Por su rol de empresario, es uno de los puentes del PRO con el sector privado y ofició en ocasiones de facilitador de la recaudación para las donaciones de campaña.
En varias notas periodísticas, “Nicky” quedó bajo sospecha por beneficiarse con negocios millonarios a través de las licitaciones del gobierno porteño.
El rol de los aliados
La política de los cuadros macristas hubiera sido insuficiente en el camino hacia la Casa Rosada de no ser por el juego que articularon sus socios extra partidarios.
Es que mientras algunos sostenían, como Durán Barba, que el PRO debían ir solos a las elecciones la estrategia purista, otros creían que la Presidencia sólo podía ser posible si se tejía una alianza nacional con agrupaciones afines.
En ese camino, la que dio el puntapié inicial para la creación de lo que hoy es Cambiemos fue la diputada y siempre incómoda conductora de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, quien rompió con el UNEN en 2014.
Su objetivo era constituir un acuerdo político-electoral más amplio con capacidad de ganarle al kirchnerismo y al massismo.
En ese movimiento, que desencadenó una crisis terminal en aquella alianza de centroizquierda, tuvo participación la vicepresidente electa, Gabriela Michetti, quien hace años comparte una amistad con la fundadora del ARI.
La jugada de fracturar el UNEN tenía como objetivo traccionar a la UCR al macrismo.
Es que cualquier perspectiva de pelea seria por la Casa Rosada debía incluir un partido con inserción política y capacidad de disputa en todo el territorio nacional, y el único que cumplía ese requisito además del PJ es la organización fundada por Leandro N. Alem.
Antes de lanzarse a los brazos del ex presidente de Boca, el radicalismo se dirimía en tres posturas: los que apoyaban una alianza con el PRO, los que pretendían incluir a Sergio Massa en ese acuerdo, y los que rechazaban todo tipo de acercamiento con el jefe de Gobierno porteño.
En ese difícil equilibrio, el senador radical Ernesto Sanz logró imponer su postura y embarcó al conjunto del partido con Macri.
Aunque tendrá un rol subordinado en la coalición en el poder, esta es la tercera aventura presidencial de la UCR desde la recuperación de la democracia en 1983.
Quedará por verse si la UCR aprende de sus errores del pasado y evita el derrotero de sus experiencias previas.