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El renovado Mercado de San Nicolás

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En una zona donde abundan las oficinas, los centros médicos, las universidades y los locales comerciales, donde confluye el movimiento de dos avenidas centrales en el entramado porteño y donde el ritmo se acelera durante las jornadas laborales, el Mercado de San Nicolás no era más que un espacio detenido en el tiempo. Allí, sobre Córdoba al 1700, resistía más por el peso de la trayectoria que por su oferta actual y lidiaba con un entorno del que hace años se había diferenciado. Al menos hasta ahora.

Renovación de por medio, el galpón de 961 metros cuadrados reabrió sus puertas este viernes con una propuesta que apunta a la combinación de usos. En esta nueva versión del Mercado, los puestos históricos de venta de frescos le hacen un lugarcito a la gastronomía y ponen la mesa para que los clientes de siempre y los nuevos comensales pasen, vean, consuman y vuelvan.

Cuando se encaró la obra hace poco más de un año, el espacio presentaba un avanzado deterioro. Tenía más de la mitad de sus locales cerrados y cargaba con una historia de ajustes y malas administraciones a cuesta. Es que desde 1905, época en la que funcionaba como una feria en la calle con más de 400 puestos, hasta la fecha, pocos fueron los que lograron sortear los reiterados achiques. Luis Gómez es uno de esos sobrevivientes que le da la bienvenida al nuevo modelo de mercado.

“Me parece muy bien. En otros países se usa mucho y la clientela está contenta. Con algunos nuevos ya me presenté y les doy manija de que les va a ir bien. Esto era necesario y, para nosotros, es un poco el premio que uno obtuvo despues de tantos años”, confiesa el dueño del puesto de carnicería y granja “El Gitano”, presente en la cuadra desde que se atendía al aire libre.

Con 72 años en el documento y 54 atrás del mostrador, Luis es palabra autorizada en el Mercado de San Nicolás. “Soy el más veterano que queda: tenía 17 años cuando empecé. Vine en el ’64 y en el ’66 entré al predio que después se expropió (antes el espacio ocupaba gran parte de la manzana y tenía la entrada por Córdoba y la salida por Viamonte). Estuvimos muchos años trabajando como feria, éramos unos 130 puestos, pero los dueños fueron falleciendo y los puestos se fueron cerrando porque los hijos no seguían. En mi caso, no me fui quedando, fui siempre para adelante y nunca fue una opción cerrar, porque a mí el mercado siempre me dio todo lo que necesité”, admite el hombre que desde hace décadas pasa más tiempo en este rincón porteño que en su residencia de San Justo, en el oeste del Conurbano.

La puesta en valor del Mercado demoró cerca de 14 meses, en parte porque durante toda la obra los puestos que estaban abiertos no dejaron de funcionar, otro aspecto que llevó alivio y seguridad a sus dueños.

“Aparte de renovar el mercado, incorporamos propuestas gastronómicas que antes no había, para que la gente no sólo pase de compras, sino también se quede a comer o tomar algo y se apropie de este histórico lugar, generando un mayor movimiento en la zona” resumió el vicejefe de Gobierno de la Ciudad, Diego Santilli.

Además de las tradicionales verdulería, frutería, carnicería, almacén y pescadería, se incorporó una oferta gastronómica renovada. “Se montó una plaza de comidas con capacidad para 100 personas y se construyó un entrepiso para depósito de los locales. Así, los empleados pasaron de 30 a 60 y los locales en uso, que eran 11, pasaron a ser 18″, apuntan desde la vice jefatura de Gobierno de la Ciudad, que encaró los trabajos a través del programa BA Capital Gastronómica.

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